viernes, 14 de septiembre de 2012

Introducción



Nací en Gishat, durante mi temprana edad la vida fue tranquila, en la ciudad nunca
ocurrió nada realmente importante. Mis padres cuidaron de mí y de mis hermanos
hasta que uno a uno fuimos dejando atrás su protección. Recuerdo a mis hermanos…
portentosos, orgullosos… Cuando me alejé de mi familia  con el deseo de ver mundo,  decidí ir
dirección a las montañas, nunca había estado pero otros de mi especie sí, no muchos  habían
regresado, quizá habían encontrado un hogar más seguro o quizá la muerte.
Al adentrarme en las montañas pude distinguir entre la maleza varios caminos, serpenteantes
y ascendentes. Los seguí… ¡Qué gran error! Fui capturado.

Mis captores, meros humanos habían ideado una trampa, creada con hilos entrelazados, hilos
de metal y magia. De ninguna otra manera podrían haberlo logrado. Me mantuvieron vivo
durante días, sin darme demasiada comida ni demasiada agua. Esperando algo o a alguien.
El tiempo se me hizo eterno en aquél agujero mal oliente, mis fuerzas me abandonaban. A
cada intento de soltarme la trampa se hacía cada vez más resistente, hasta el punto de
producirme heridas. Los humanos se divertían torturándome. Hasta que su líder llegó. Uno de
los míos. ¡Esto era imperdonable! ¿Uno de mi propia raza aliado con seres tan inferiores?
Solo tenía una pregunta para mí, si se la respondía moriría de forma rápida, si no sabía
contestarle moriría de forma lenta y cruel. Estaba muerto desde que seguí el camino.
Su pregunta era extraña, realmente rozaba la locura. “¿Cómo se abre el vórtice?”
No sabía nada de esa cosa, era la primera vez que escuchaba tal palabra. ¿Cómo le iba a
responder nadie a algo así? Debió de percibir la frustración en mi cara, porque acto seguido se
dio media vuelta y sus hombres se acercaron para efectuar su tortura.  Horas de agonía
marcaron mis siguientes días. Dormir era un calvario, pero mi cuerpo me lo pedía
constantemente.

En una de las ocasiones me despertó el ruido de la batalla, en el exterior de la gruta se debía
de haber desatado una contienda brutal. Gritos de dolor se escuchaban constantemente, así
como el colisionar de las armas, el silbar de las flechas… El fulgor de la batalla fue
disminuyendo rápidamente.

Al poco rato un hombre, otro humano, entró en la gruta. Hizo una reverencia ante mí y retiró
la trampa que me oprimía. Me entregó comida y agua, lavó y curó mis heridas… y cuando
estuve mas fuerte me trajo al traidor, aquél que lideraba a los humanos. Descargué todo mi
poder sobre él hasta aniquilar su existencia.

Más tarde ese mismo día, pregunté al hombre ¿Qué a qué se refería con “el vórtice”?  Su
respuesta me dejó helado… el mundo acababa de cambiar para mí...
Decidí que ver el mundo era poco, debía de conocer Los Mundos de Vórtice…

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